En la conferencia que Francesco Tonucci realizó en el Parque de las Ciencias de Granada, conocida como ¿Cómo puede ser la escuela para el mañana?, propuso un modelo escolar diferente al actual, con el fin de mejorar la formación de los infantes.

Hoy en día, es habitual escuchar comentarios acerca de que la escuela y los alumnos de antaño eran mejores, que mostraban una mayor atención en las aulas, etc. Francesco Tonucci, por el contrario, considera que no es correcto comparar ambos modelos escolares. Él mismo alega ser testigo de esa antigua escuela, una escuela para pocos, de la que más concretamente formaba parte la gente proveniente de familias cultas, ricas o sensibles. Además, era una escuela reacia a la diversidad y, de hecho, él iba a una escuela solo de chicos. Solo mantenían contacto con las chicas en circunstancias reducidas. También estaban separados los niños poseedores de cualquier tipo de discapacidad.

Con la llegada de las democracias se afirma el derecho al estudio y se establece ir a la escuela como una obligación hasta los 16 años. Aunque el rechazo hacia la diversidad ha disminuido, puesto que en las aulas cohabitan tanto niños como niñas, personas con distintas capacidades intelectuales, de diferentes regiones o paises, etc., sigue vigente la concepción de que cada curso comprende una edad.

Francesco Tonucci propone un sistema escolar innovador. Considera que la estructura actual de curso por edad es equívoca, ya que cada discente presenta características particulares. La escuela ha de estar interesada en lo que los niños y niñas pueden aportar, dejarles hacer uso de su creatividad e imaginación y mostrarles que aquello que ellos piensan es de gran importancia. Plantea la desaparición de las aulas en sí para formar talleres que correspondan, cada uno, a las diferentes asignaturas estudiadas, de manera que los jóvenes, cuando entraran en el taller de matemáticas, lengua inglesa, etc., se verían automáticamente envueltos en la materia del momento.

Asimismo, propone el desafío de ayudar a los infantes a descubrir su excelencia, es decir, aquello en lo que sobresalen, y hacer que puedan ser los mejores en ello. Este propósito lo hace con el fin de formar personas felices a las que de verdad les guste lo que hacen.

Bajo mi punto de vista, estoy de acuerdo con Francesco Tonucci, en el hecho de que, en lugar de centrarse en comparar el actual modelo escolar con el anterior, sería menester dedicar más tiempo a pensar las posibles opciones para mejorar la formación de los más pequeños. Es necesaria, pues, una escuela accesible para todos, sin importar el poder adquisitivo de cada familia ni las particularidades de cada persona, ya que sólo se es niño una vez y todos tienen derecho a recibir una correcta educación.

Finalmente, considero imprescindible ayudar a los niños y niñas a desarrollar aquellas destrezas que más les gusten, ya que si hacen aquello que les agrada serán felices en su posterior trabajo y lo realizarán con ganas, como bien podemos relacionar con la reflexión de Ken Robinson acerca de “el elemento”. Además, cabe destacar que la función de la escuela se fundamente tanto en transmitir conocimientos, como en educar en valores, así como fomentar el desarrollo de ciertas destrezas que necesariamente han de comenzar a trabajarse desde edades bien tempranas, como bien es la creatividad, la imaginación y la originalidad, habilidades de las que, desafortunadamente, muchos adultos carecen.

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